Al final de esta semana todos los ciudadanos adultos del país están convocados a acudir a las urnas con el fin de decretar, soberanamente, el rumbo que habrá de tomar el país de ahora en adelante. Más aún, estas elecciones revisten una característica novedosa y nunca vista antes en una nación modernizada: la explícita y urgente necesidad de abogar por un patrón de honestidad política que, desprendido de artificios y veleidades, permita definir y vislumbrar con claridad que coño es el “bien público” en este país.
En una maniobra tampoco conocida, a causa de la ausencia del término “pacto pre-electoral” en la cultura política de un contexto acostumbrado al “todo vale”, por absurdo que sea y estúpido que suene, los candidatos de los dos principales partidos negociaron unas normas de decoro y contención que, ya de por sí, den la imagen de un giro respecto a la acción del ejecutivo saliente, recuerden, contaminado de continuos episodios de vergonzoso transfuguismo, malintencionadas artimañas en las dos cámaras y a cuyo presidente se atrapó montando un rastrillo callejero con el mobiliario del palacio de gobierno.
Estas normas pactadas incluyen dar rienda suelta a la pluralidad de ideas acerca de todos los temas, aportando argumentos propios y espontáneos, que no vengan prefijados por los cánones de lo considerado “correcto (políticamente)”, de los lineamientos de opinión de los partidos ni de las abuelas de los candidatos, que se ha sabido que tienen mucha influencia en ellos. De ello deriva la explícita (auto)exhortación a no manipular la agenda política en beneficio propio y atender a aquello que realmente importa al pueblo. También existe el compromiso de no faltar a la verdad de los hechos empleados en el contexto de argumentos en debates públicos, por lo que habrá que aportar sólidas pruebas empíricas de todo aquello que se dice. Por último se ha invocado la máxima de plegarse a las reglas del juego y respetar, también, un criterio de neutralidad “recalcitrantemente republicana” en el procedimiento, por lo que ambos partidos se apropiaron orgullosamente un viejo salmo de victoria girondino, compuesto cuando estaban todos borrachos, el día de la muerte de Robespierre.
No pasa por alto, con todo, que la conjunción de todas estas asunciones autoimpuestas supone un dificilísimo compromiso actitudinal, que a muchos se les antoja como una especie de quimera enteléquica e irrealizable en el presente estado de cosas. Incidiendo en un cinismo que no beneficia monetariamente a nadie, también se ha llegado a afirmar que todo junto resulta como pedirle al olmo un cubata y que lo que acabará por lograr el experimento no será menos que un desaguisado de proporciones cataclísmicas. En todo caso, es esto lo que se ha dado en llamar “criterio de honestidad política”. Ella mediante y no cosa otra, es como se pretende que las elecciones que se acercan amplifiquen y enlustren la pura y verdadera voluntad popular, sin aditivos y dicotómica. Lo máximo que se puede lograr, a fin de cuentas, de nuestros sistemas políticos.
Hasta ahora, la campaña electoral ha girado, en base a este nuevo “standard” que explicábamos, entorno a una reexplicación de las posturas de los dos candidatos en cada área que la ciudadanía cree relevante (este listado se extrajo de sendos sofisticadísimos estudios que los dos principales partidos, magnánimamente, se ofrecieron a costear y que mostraron idénticos resultados). A continuación efectuaremos una breve revisión, sin ningún orden en particular, de cuales han sido estas posturas:
Delincuencia.
Ambos partidos afirman rotundamente que la delincuencia es mala. Si bien el partido B afirma que, aunque estéticamente deleznable y moralmente condenable, la delincuencia es parte de la serie de factores que intervienen en la configuración del mercado y el valor del suelo y ayuda a los ricos a identificar cuales son los barrios a los que no deben ir personalmente. De hecho, el partido B se encuentra dividido entre dos corrientes de opinión; entre aquellos que están por pasar a rateros y raterillos por la pira y aquellos otros que, por considerarlos parte integrante del substrato humano que activa la economía y por ser parte del ancestro social de donde surgió la moderna clase capitalista, tan solo está por mutilarlos.
El partido A, por su parte, también ha afirmado resueltamente que la delincuencia es algo “desafortunado”, pero incidiendo con mucha más decisión en las causas profundas y sociológicas que la motivan y que hacen de ésta un problema irresoluble. Como principal empresa en este campo se ha prometido promover una serie de cursos para que criminales de todo tipo se reciclen y apliquen sus respectivas artes y sabiduría callejeras en alguna moderna y productiva profesión postcapitalista: agentes de reordenación urbanística los rateros, publicistas los violadores o directivos de empresa los psicópatas asesinos. Desde el partido A también se ha propuesto una redefinición del término “delincuencia”, aunque no se han dado más detalles.
Inmigración
Ambos partidos han coincidido con efusividad en el punto de que los inmigrantes “son muchos” y “vienen sucios” después de viajes tan largos. El partido A ha proclamado que la actitud correcta es tolerar la venida de estas gentes haciendo gala del amor al prójimo que propugna la moral cristiana y esperar a que estos se confundan entre nosotros. El énfasis del discurso del partido A recae en las ventajas de cotización laboral que son resultado de estos flujos y en el necesarísimo postulado de que hay que centrarse en el país y hacer óbice de toda la dimensión internacional del asunto, por excesivamente complicada.
En el partido B, en contraste, se considera que los inmigrantes, cuando llegan al mundo civilizado, son “chusma”, inevitablemente. Con los años, la erradicación progresiva del salvajismo y la conducta imitativa se puede llegar a pasar por “blanco”. En cualquier caso, siguen las consideraciones del partido B, es responsabilidad de los hombres de bien el exprimir y explotar al máximo a estos pobrecitos mientras intentan parecérsenos patéticamente, aunque algunos de ellos se queden dramáticamente por el camino. Esto no resulta sorprendente puesto que en las filas del partido B se cuentan varios de los más reputados expertos en esta “teoría chusmológica” de la inmigración que está tan de moda. Según el candidato del partido B, esta teoría refleja con nitidez el orden natural de las cosas, cuando “uno no quiere que los monos se le coman todos los dátiles”. Esta fue, de hecho, una frase que levantó polvareda, puesto que miembros del partido A replicaron airados que el empleo de tal metáfora resulta en una gran falta de respeto a la inteligencia de la ciudadanía, puesto que en este país jamás se han cultivado dátiles.
Pobreza y servicios sociales de cobertura
Desde el partido A muchas voces se han desgañitado insistiendo en que las crecientes cotas de pobreza insalubre que se observan en nuestro país son resultado del maligno plan de reajuste económico impulsado durante el anterior gobierno y que sólo pudo ser aprobado por una oscura artimaña parlamentaria de los enemigos políticos de A, cuando siete tránsfugas de ese mismo partido, que acabarían recalando en las filas del “Partido anti-muerte”, montaron un número de claque para distraer de la votación a sus confiados compañeros. Dado esto, se ha prometido que en caso de ganar las elecciones se hará todo lo posible y razonable para enmendar, con furibundo tacto, la situación de golosas libertades laborales para las empresas que con ello se ha creado. A parte de esto, la respuesta, desde la posición del partido A, a los estragos de la pobreza consiste en la implementación de mayores cotas de servicios sociales, y se ha prometido especificar cuáles una vez se hayan ganado las elecciones, en su cacareado nuevo criterio de “cobertura de la pobreza” (el cual, según el independiente Instituto Estatal de observación de los Sin Techo, hace que el aventajado banquero y motorista Martín de Caral Sol sea contabilizado como “pobre”) y la promoción de un programa de “renta búsica”, que consiste en la financiación pública de un chupachup al mes para cada ciudadano de pleno derecho del país.
Según el partido B, aún y respetando la opinión del partido A, se considera que el país aún tiene un grado demasiado bajo de pobreza, el cual no infunde temor alguno, y que permite que vagos y arrastrados sigan chupando tranquilamente del bote. En este sentido la inflación puede llegar a verse como una medida de ajuste que no deja de no ser innecesaria en el contexto que sucede al inmediatamente predecesor del anterior al presente. Además, la inflación, fundamentalmente y en sus aspectos más desagradables, es culpa del partido A. Acorde con el espíritu, más que con la letra, de estas afirmaciones, se ha propuesto una disminución drástica de los servicios sociales, puesto que “solo distorsionan la natural competitividad en los seres humanos y fomentan un mal karma indirecto y difuso, pero que está ahí, tronco”, apuntillaba el secretario general ante las juventudes del partido. Por ello se ha propuesto la privatización de la salud, las escuelas, los transportes, energías, industrias pesadas y del ministerio de gobernación, con tal de hacerlo más “chic”. Otros ministerios, como “trabajo” o “vivienda”, solo se mantendrán para hacer constar al público que no existen tales ministerios.
Impuestos
En este tema de importancia ritual en la moderna política, el candidato del partido B se sumió recientemente en una apocalíptica y violenta diatriba sobre la sombría maldad de la recaudación pública y los escalofríos en la espalda que le producen las de disposición progresiva, en un discurso realmente inspirado que consiguió encender los ánimos de las masas. Según la opinión, más amplia, del partido, en materia de impuestos tan sólo deberían quedar incólumes los impuestos tributarios que se pagan a terratenientes desde la época del Antiguo Régimen, los que financian la deficitaria industria de armamento ligero, que tantos amigos y aventuras nos brindan allende los mares, y las que pagan escuetamente los salarios de policías y funcionarios de prisiones.
Por su parte, el candidato del partido A ha hecho gala de una postura programática de gran sofisticación y, sinceramente, de difícil comprensión para los no avezados pero que, en sus propias palabras, conseguirá “mantener un continuo de estabilidad con los respetables esfuerzos de los anteriores ejecutivos al tiempo que aportará un matiz ultra-revolucionario”. Las propuestas para financiar el ambicioso programa de paternalismo de estado que se avecina si gana el partido A, como ha trascendido de rumores animados por el equipo de limpieza del Parlamento, consistirían en una “significativa reducción de los impuestos regresivos con que animar a los grandes capitales a la aventura y compensar esa reducción con nuevas fuentes tributarias, como el gravado de ñus en suelo nacional, que deben abonar los propios ñus una vez hayan sido identificados y se les haya notificado por triplicado, o el gravado del sexo interracial”.
Paro
En la reciente reunión del partido, celebrada ante miles de escrutadores afiliados, el principal candidato de A se embarcó, también aquí, en un enigmático y extravagante discurso acerca de “las ratas que abandonan el barco” y lanzó una propuesta sobre la creación de miles de empleos de financiación pública como el de “observador de baldosas sueltas” o “contador de moscas”. También se ha dejado intuir una cierta necesidad de indulgencia hacia aquellos que se aprovechan de subsidios, no declaran y/o trabajan sumergidamente, por considerar que estas prácticas son un “deporte nacional” que practica con orgullo desde el más humilde hasta el más ricacho.
Según la postura oficial del partido B no hay un problema definido socialmente con el paro sino más bien una forma de justicia poética contra aquellos que se sienten más sabios, más guapos o más chulos que el mercado de trabajo. Ya es sobradamente conocido el discurso litúrgico favorito del portavoz del partido en que se afirma que “la regulación laboral enfada al señor” y que lo que de verdad le gusta es un “sálvese quien pueda” que fomente “la competitividad un tanto navajeril entre las clases bajas con tal de combatir el principio de los márgenes decrecientes de beneficio”.
Feminismo
Desde el partido A se ha suscrito el argumento de que se están haciendo grandes avances en cuestión de redistribución de poder entre géneros, considerando que cada uno de los últimos cinco años se ha reducido en una décima de punto porcentual la tasa de mujeres aporreadas hasta la muerte por machos borrachos e irrealizados que les hacían de pareja. También se ha afirmado que la mejora se debe en gran parte a propuestas que, aún implementándose bajo otros gobiernos, fueron pensadas originalmente por parlamentarios y afiliados del partido A. Aparte de esto, el partido A también se vanagloriaba de ofrecer pruebas cualitativas de esta progresiva redistribución de poder en el reciente caso de una pescadera que sacudió a su marido hasta dejarlo medio muerto.
Por su parte, integrantes del partido B menospreciaban hace poco los supuestos logros del partido A en materia de feminismo, alegando que, en todo caso, el suyo es un feminismo “trasnochado y desagradable” y que ellos [los miembros del partido B] son los verdaderos garantes de los “derechos íntimos de las hembritas”. El secretario general de este partido consideraba que esto se ve claramente corroborado al comparar someramente a las candidatas hembra que hay en las listas del partido B y las de A, cuando se constata que las de esta última son “todas unas vociferantes y sudoríperas camioneras que no se depilan ni nada”. Por el contrario, “las electables de B van siempre bien arregladas, son modositas y saben cuando hay que callarse, las más de ellas”. “Este es el verdadero feminismo que avanza”, proclama orgulloso el anuncio publicitario del partido B para este tema específicamente, donde también se añade una foto de la medíatica baronesa Von Tillman y su más reciente cara.
Carreras de caracoles
Durante toda la campaña, en ruedas de prensa, meetings y entrevistas, los candidatos al cargo parlamentario del partido A se han mostrado evasivos en el momento que se les ha preguntado por esta cuestión, conscientes de que su propio universo de simpatizantes se halla dividido a este respecto. Por ello se ha alegado que este no debe ser un punto prioritario en los objetivos políticos de A y que es la sociedad civil quien debe pronunciarse al respecto. Esto bien podría ser una forma de escurrir el bulto, puesto que se comenta que el propio partido podría estar inmerso en un agrio debate entre aquellos que consideran este espectáculo como una ancestral expresión del carácter y la cultura nacionales, igual que lo de tirar una cabra del campanario por fiestas, y las que están por ir abandonándolo por el trato vejatorio que se brinda a los animales y la imagen que se da de país, en conjunto, al exterior.
Por la parte que les toca, desde el partido B se ha considerado que la falta de determinación del partido A al defender los intereses de los grandes ganaderos de caracoles que viven de las carreras es poco menos que una deslealtad aborrecible hacia el país y hacia los nobles orígenes de todos aquellos que lo pueblan y que no tienen un legado genético fenicio. También se ha hecho hincapié en la crítica exacerbada hacia los grupos “gastropofóbicos” que se dedican a hacer actos demostrativos y de boicot contra las reuniones y los centros en que se celebran estas carreras. La semana pasada un miembro del partido B afirmaba con vehemencia que “solo una panda de andrajosos comehierbas” como los integrantes de estos grupos “serían capaces de tratar de desprestigiar un acto tan noble y aguerrido, sobretodo considerando las dificultades que pasan los jinetes y la pericia requerida para montar un caracol a la estradiota”.
Grupos civiles pro-derechos de los animales criticaron recientemente la también ancestralmente tradicional costumbre de hacer una sopa con los perdedores de cada carrera, lo mismo que la practica que se lleva a cabo con el ganador a quien, una vez asegurada su descendencia, se diseca y pasa a conservarse en el “Caragolum máximus”. Esta institución también ha sido criticada por los grupos civiles, quienes consideran que más que un monumento ya empieza a parecer una “necrópolis de mocos secos”.
Escología
Desde el partido B se declaró, en una rueda de prensa convocada de urgencia, que no existe el término “escología”, al menos, según afirmaba el líder de la formación, “eso es lo que concluyó el equipo investigador específicamente contratado para esclarecer el asunto y eso que sus integrantes se pasaron semana y media documentándose en bibliotecas y recorriendo los parajes más recónditos con tal de no dejar ninguna posibilidad dialectal al azar”. Desde el partido B también se declaró “no sentirse en la capacidad de ofrecer postura definida alguna acerca de esta cuestión, al no comprenderla cabalmente. Aún y así, con tal de dar ejemplo en ese requerimiento de honestidad y en ese otro de respeto hacia la inteligencia de la opinión pública, si se ha querido ofrecer una pequeña lista de aquellos términos más parecidos al citado: la “escatología” es de mal gusto, la “escolástica” es buena cosa e incluso debiera ser recuperada en algunos sectores sociales y “escolanogía” o “escolanismo” seguramente remita a alguna aberración pedófila demasiado repugnante para que la conozca ningún miembro del partido, ni siquiera Genaro de Malpampurrio.
Los miembros del partido A han criticado con ardiente vigor las declaraciones del partido B sobre supuestos errores tipográficos que, en su perspectiva, no son más que “patéticas intentonas de marear la perdiz con sandeces” y “hacer alarde de una falsa candidez hacia el beneficio del pueblo”. De paso, también se ha aprovechado para enaltecer el compromiso del partido A con la verdadera “ecología”, con todo lo sostenible y lo verde, y a prometido que la promoción de estos valores pasará a ser de las principales preocupaciones del nuevo gobierno presidido por el candidato de A, puesto que es algo por lo que están a favor el 70% de los ciudadanos del país y algunas empresas semi-públicas. “Con ello y un pequeño margen de maniobra en términos de rendimiento económico bastará para que los grandes sectores de la minería, la siderúrgica, las químicas, etc. Y sus macroconglomerados asociados se dejen cambiar los filtros de la mierda que hechan a los ríos”, según declaraba crípticamente y con cara de disgusto un conocido miembro del partido A.
A parte de esto el partido A se ha declarado en garante de la verdadera “Oscarlogía”, puesto que en sus listas hay más candidatos que se llaman Oscar.
Capacidad de las masas para intervenir racionalmente en la toma de decisiones políticas
Desde el partido B se ha defendido la imposibilidad de fundamentar la acción política comunitaria en supósitos racionales por parte de sujetos cognoscentes depauperados. Para refrendarlo se han aportado citas de Nietzsche, cuando defiende el “individualismo de los héroes antidemocráticos”, y de Heidegger, en el momento que apunta la relación fundacional del conocimiento con el entorno contextual de la comunidad de referencia. También se ha reivindicado, invocando un adagio soreliano, la dimensión estética que debe cuidar la política institucional con tal de hacerse esta comprensible para las masas. Esta asunción es la que llevó al principal candidato del partido B a asistir al “Baile interprovincial contra la propiedad pública” disfrazado de Batman. Teniendo todo esto en cuenta, se considera que la puesta en escena y el sentido agonístico que se le imprime a la imagen está mucho más cuidado en el partido B y que ello les otorga el título de “garantes del auténtico interés popular”.
El partido A ha manifestado situarse en una “oposición diametral” a las ideas de B al respecto de este tema... “aunque hay que reconocer que una oposición diametral a la idea no es propia de mentes sabias y abiertas a la argumentación posmoderna”, en palabras del principal candidato. Sea como fuere se ha afirmado que las masas “hacen lo que pueden con lo que Dios les ha dado” y que a pesar de la complejidad de decisiones referentes a la gestión de las políticas públicas, a las fuerzas transnacionales que moldean el destino de los márgenes de acción nacional y la falta de predisposición endémica de los ciudadanos a preocuparse de todo aquello que añada el sufijo “colectivo”... ellos siguen siendo auténticamente de “centro-izquierda proletaria” y que “la socialdemocracia” no está muerta. Después de esto se ha insistido encarecidamente en que si el partido A gana las elecciones el fútbol será declarado de interés nacional mediante reforma de la Constitución.
Pisístrato: Santo barón o desmañado pirata político
A Pisístrato hay que reconocerle, según el partido A, una notable labor en su cargo de “polemarca”, aunque los casos recientes de transfuguismo y la campaña por el reforzamiento de la unidad interna han llevado a ver con malos ojos sus actitudes banderizas con el objeto de acceder al gobierno de Atenas. Esto es criticable. Además se sabe que durante la batalla por el puerto de Megara y sometido a los estragos de un arranque de flatulencia este no dejaba de culpar traicioneramente del mal olor a sus subordinados. Por ello, aunque Pisístrato es una de aquellas personalidades que le van al pueblo, tampoco debe ser reverenciado en exceso.
El partido B considera en peso que un tipo llamado Pisístrato no puede ser sino un pedazo de maricón y un hijo de Hipócrates. Si bien se contempla como audaz y saludable su treta de apoderarse del Partenón a través de los cincuenta garroteros que se le habían asignado como protección por parte de la administración pública, también hay fundadas sospechas de que una vez en él se dieron un festín de depravación al “más puro y marmóreo estilo griego”. Ante esto se afirma categóricamente que nada bueno puede salir de cincuenta y un tíos encerrados en un recinto en actitud festiva y provistos de garrotes, ni tampoco entrar. Sin duda, Pisístrato debe ser denostado por esto y por no haber arremetido contra las posibilidades de una futura democracia en Atenas.
CGM.
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