Estimadísimo “professore” Piazzolo,
Aprovecho esta nueva misiva, ante todo, para saludarle y para expresar mi confianza en que el grave trastorno estomacal ulceroso que usted vaticinaba para el mes presente, juzgando como en desarrollo el dolor punzante que tenía en la tripa, haya quedado en un inocuo susto y pueda usted estar en plena forma para recibir personalmente nuestra gratitud, tanto de profesores como del alumnado, por la indispensable labor de organización que usted ha desempeñado, y sin la cual nuestro inminente viaje de estudios lingüísticos sencillamente no habría sido posible.
Finalmente, después de haber dejado tiempo para que los estudiantes más remolones se decidieran, nuestra expedición constará de 23 adolescentes y 6 adultos. Nuestro plan establece llegar el 12 para partir de nuevo el 18 y nos gustaría saber si estas fechas han sido bien escogidas, puesto que los estudiantes están ansiosos por explorar el rico entorno cultural de su ciudad y quisiéramos poder aprovechar los días al máximo. También nos resultaría muy provechosa alguna indicación acerca de dónde encontrar zonas comerciales próximas al hotel, así como alguna zona donde practicar deporte.
¡Casi lo olvido! Finalmente, ¿hay algún problema con nuestra reserva en el Hotel di Grande Sparco? ¿Es válido el presupuesto que nos mandó la semana pasada? ¿Se encuentra realmente en una zona céntrica?
Ruego disculpe la rudeza de mis preguntas. Debe entender el estrés que se puede llegar a acumular en la planificación de estos viajes aunque, perteneciendo usted al gremio, seguro que entiende de lo que estoy hablando.
Un cordial saludo y un hasta pronto. Miss. Watkins. mhwatkins@uudhs.com
“Dear” miss. Watkins,
Por mi parte también me sirvo de este nuevo episodio de nuestro diálogo epistolar para agradecer su reconocimiento y apuntillar, igualmente, el mío propio hacia usted por la “delicada labor” que le ha caído a su cargo. Al parecer los dolores punzantes y los aberrantes sonidos que procedían de mi estómago no resultaron ser más que un problema de acumulación de ciertos gases. Las visitas a no menos de cuatro especialistas han hecho desechar definitivamente la hipótesis de la urupeïa necrotizantix gástrica que le pronostiqué y que habría requerido de un reposo de no menos de seis meses desde el presente. Así que también doy gracias al cielo por salvarme de esa calamidad y a usted por preocuparse por mi salud. Aún y con ello es posible que ciertas pruebas reminiscentes, con el objeto de descartar un abanico de venereas posibilidades que aún quedan en pie, me impidan asistir a la recepción de ustedes en el colegio.
En lo sucesivo trataré de responder a las preguntas planteadas en su reciente carteo, sin ningún orden en particular. Las fechas elegidas para su feliz venida no podían haber sido más propiciamente auguradas por su David Copperfield, si es que también se dedica a eso. El mismo día 12 da comienzo la feria consistorial del Renacimiento que este año además, por alguna especie de favor astrológico, coincide con la reunión bicuatrimestral del Librero Antiguo. Cada uno de estos certámenes responde plenamente a su nombre. De modo que estoy convencido de que el folklore y las polillas, que camparan libremente por el casco antiguo de nuestro centro urbano, harán las delicias de sus estudiantes, ávidos de “inmersiones interculturales”. No dudo de que en verdad se encuentran ansiosos.
Respecto al hotel, finalmente no hay ningún problema con su reserva, previo al paso mío de entablar una dura negociación con el dueño del establecimiento, que aún recordaba con cierto espanto el soplo cardíaco que le provocó la última de estas “visitas linguales”, como usted las llama, en la que tuvo que reponer la decoración de una planta entera, quemar directamente la ropa de cama usada en ella, por no exorcizarla también, y soportar repetidamente el sonido de las sirenas de ambulancias y coches patrulla acudiendo a su lugar de trabajo. Lo que si representa un cambio es la pequeña tarifa adicional a añadir al presupuesto enviado con anterioridad y que resulta enteramente del servicio especial de seguro que ha tenido que ser contratado, como protocolo simplemente, ante su plenamente confiable visita.
Sin embargo, no hay bien que por mal no venga, el mencionado incidente revirtió en una remodelación del lugar, que ahora se dota de personal de seguridad, barrotes en las ventanas y un sofisticado sistema de bloqueo de las neveritas de los minibares, y que ahora hacen del Grande Sbarco la morada que a ustedes más conviene en nuestra ciudad, por la dotación y por la cuenta que les trae a los profesores. Sin embargo, de la introducción de estas modernidades no debe seguirse una relajación de las medidas tutelares que sean necesarias, por parte de los profesores, relativas al cuidado, al “control” quisiera referirme, de los estudiantes. Tome esto como un sano recordatorio de que debe ser observado un buen comportamiento dentro del hotel, como me recordó, encarecidamente y con aire de súplica, el mismo dueño del establecimiento. Le comento esto, también, porque veo que su 23 estudiantes frente a 6 adultos nos da una proporción que nos acerca al 4 a 1, mientras que yo le recomendé, si lo recuerda, no rebasar en ningún caso el 3 a 1. En fin, usted verá lo que se hace.
Le adjunto un archivo con un mapa del emplazamiento geográfico del hotel, con las coordenadas concretas para el GPS y la referencia respecto al centro exacto de la ciudad y me permito apuntar confiadamente que este no va a moverse de donde está, a no ser que sea por la desenfrenada “inventiva” de alguno de sus estudiantes.
Otro tema. Sin atisbo de réplica, la situación del hotel les permitirá disfrutar de alguna de esas zonas de refulgentes escaparates que crecen como setas por esta nuestra ciudad global y les garantizo personalmente que en ellos podrán encontrar exactamente los mismos productos (tal vez en un abanico de tallas algo más escueto) del que podrían disfrutar en el megacentro comercial de la esquina allí en su patria. En referencia a los deportes, si es que el “sumergimiento en las cálidas aguas de nuestra cultura” deja algún momento para el esparcimiento y las banalidades, me permito sugerirles el visitar con cierta frecuencia el polideportivo público, que se encuentra cerca, con tal que las imprevisibles erupciones péptidas que son propias a los adolescentes se vean desfogadas regularmente. “A media tarde parece una hora adecuada para un poco de ejercicio”, me recordó también el dueño del hotel.
Bien, resulta óbice que perteneciendo al “gremio”, como usted dice, me hago un cargo tremendo de lo que debe estar pasando y, de igual forma, de la manera en que el destino, con sus cósmicas concatenaciones de eventos azarosos, me ha hecho partícipe de todo ello.
Por mi parte también ruego comprenda la “claridad” y lo directo de mis exposiciones, es solo fruto de una labrada experiencia en este campo y de un susurro que es consecuencia directa de ella y que no deja de espetar de forma lóbrega la palabra “prudencia”.
Suyo. P. ppiazzolo@uit.org
Profesor Piazzolo,
He de decir que me congratula enormemente lo avanzado de los preparativos de nuestra venida y aprovecho para reiterar nuestro agradecimiento colectivo a usted por todo el esfuerzo vertido en ello, en un momento, sin duda, en que todo profesor se encuentra agobiado por tantísimos quehaceres. Tal vez estas épocas sean una condición universal en el profesorado de secundaria. En cualquier caso, estamos en deuda con usted.
Sin embargo, debo aducir también que el tono de su última carta resulta ambiguo en ciertas partes. En especial encuentro que el uso que les da a las comillas es un poco abusivo y muchas veces no queda claro con que intención se usan, con lo cual algunos términos de sus líneas resultan confusivos. ¿A que se refiere con “un abanico de tallas algo escueto”? De cualquier forma, a lo que yo me refiero al emplear el término “gremio” no excedía, en tal contexto, del ámbito de la camaradería profesional. Quede esto aclarado.
Por otra parte, siguiendo con su último correo, si que he podido distinguir en él un cierto aire de suspicacia en la forma que tiene usted de referirse a la voluntad y motivación de nuestros estudiantes por un sobrio intercambio de experiencias y bienes en cultura, con un entorno tan rico y estimulante como el suyo además. Con todos mis respetos me pregunto si realmente encuentra justificado el tono de exagerado dramatismo, si he comprendido bien sus palabras, que desprenden algunas de las evocaciones. Por nuestra parte tan solo queda aducir que, tanto los profesores como los alumnos, nos sentiríamos ofendidos ante la insinuación directa de que fueran otras nuestras intenciones a estas que le comento y francamente no son necesarias advertencias catastrofistas en este sentido.
Por ultimo, “amico” Piazzolo, pese a las inconveniencias me veo obligada a recordarle que en la recepción que el día 13 se nos dará en su escuela la presencia de usted es requerida, puesto que nuestros estudiantes se hallan muy ilusionados con la idea de librarle un presente con el cual retribuir sus abnegadas prestaciones para con todos nosotros. Estoy segura de que estas pruebas médicas que menciona pueden posponerse o avanzarse con tal de conseguir su disponibilidad para ese día.
Espero que no quede más por concretar y miró al futuro con vistas a un próximo diálogo en persona.
Un saludo. M.W. mhwatkins@uudhs.com
Miss. Watkins,
Me encuentro diáfanamente desolado por el desliz que supone, en todo proceso de franco intercambio de ideas, el uso de términos “confusivos” y declaro mi abierta intención de intentar que eso no vuelva a producirse en el futuro. Espero no ser la fuente de postreras “tabulaciones” en su mente.
Con todo, debo declarar, a su vez, que no es fruto de los términos ambiguos o de un énfasis quizás algo inapropiado el que les recuerde la prerrogativa de “cuidar de cerca de los estudiantes” que se requiere durante su estancia, y en este caso empleo las comillas para distinguir mis palabras de las del dueño del di Grande Sbarco, que fueron concretamente “cerrar el cerco a los salvajes”. Espero ser lo bastante claro al manifestarle a usted mi desengaño absoluto hacia los puros e ingenuos propósitos de permanecer “in eternum” (aquí se usan para diferenciar el uso de otro idioma a corte de recurso estilístico) en un plano de espiritosa intelectualidad en este tipo de viajes.
Por otro lado, soy plenamente consciente de la “venda en los ojos” (metáfora) que todo profesor debe imponerse al participar en este su cometido organizativo, con tal de mantener una cierta cordura y no desmoronarse ante una realidad lo bastante dura y desagradable, como la que pende sobre usted ahora. Coincido en que, a veces, la imagen de unos adolescentes de dieciséis años fruyendo de gusto ante una sucesión de museos y arquitecturas es una ficción necesaria con la que se tiene que operar y punto. En cualquier caso, en aras de lograr una mayor definición en el esquema de posibles y aventurables consecuencias de su amable visita, agradeceré que se deshaga de tales artificios oscurantistas al tratar conmigo. También resultaría enormemente gratificante que nos ahorre toda escena de falsos sentimientos de agravio y debo recordarle que yo también me he encontrado, más de una vez, en tesituras como la suya. Todos nos hemos negado alguna vez a financiar un viaje a Holanda, así que no se haga la santurrona conmigo. Sin pretender hacer un alarde impropio de crueldad me veo obligado a recordarle que, desgraciadamente, son usted y sus colegas contra el peligro.
Por último, con sumo pesar me veo obligado a reconfirmarle, también, la total y absoluta imposibilidad de poder acompañar a sus campaníceos estudiantes en la recepción del día 13, puesto que para descartar la desagradable hipótesis de una “gastritis perfidiarum” solo puedo recurrir al reputado especialista estomacal dr. Schifozzi, que solo visita los martes 13 y se va de viaje a Burundi, para siempre. Parece que los hados han conspirado arbitrariamente, como suelen, para hacer imposible esta visita que aguardaba con tanta “expectación”. Solo queda decir que lástima y que otra vez será. Me permito también recordarle que en una de nuestras primeras comunicaciones ya le advertía que no había necesidad alguna de regalos a menos que fueran enviados por correo certificado a la dirección que también le especificaba.
Reincidiendo en mi abatimiento por no haber podido cuadrar nuestras agendas le saludo y le digo que hasta el próximo viaje.
Piazzolo,
Ante la total falta de comedimiento, por su parte, al dar salida verbal a los peligrosos delirios conspirativos que pasan por su mente, según parece, me encuentro en la situación de tener que insistir en que no será necesaria una monitorización de todos los movimientos de nuestros estudiantes. No me imagino con que clase de perfiles tendrá que bregar usted para componerse esas ideas pero sí puedo estar segura de que nuestros estudiantes mantendrán en todo momento la digna compostura y la corrección que les son característicos y esto, también, en los momentos de sano esparcimiento. Francamente, encuentro denigrantes sus lunáticas especulaciones sobre eventuales desastres que podrían sucederse por causa nuestra y así pienso hacérselo notar al director de su centro. Las veladas referencias al sobrepeso, por otro lado, me dignaré a ignorarlas.
Una vez más, también debo insistir en que su presencia en la recepción es imprescindible con tal de que los estudiantes se lleven una impresión profunda y duradera de la forma en que trabajan sus compañeros europeos y que, además, esta ha sido confirmada por el portavoz de la comisión bilateral que se creó para este evento y que, entre otras cosas supongo, le hizo a usted responsable de la coordinación y de toda clase de preparativos. Pensándolo con frialdad, tampoco va a ser tan malo. No serán más que unas tres horas de distendida charla y recibirá un esforzado poema de producción propia como retribución. Tal vez hasta usted pueda sacar algo provechoso de ello.
Al tiempo que me planteo ciertas dudas acerca de la existencia de enfermedades como esa “urupeïa” suya (supongo que las comillas aquí distinguen, de todos los demás términos que son aceptados, otro que seguramente sea fruto de alguna alucinación idioléctica), debo recordárselo una vez más: su presencia el 13 es im-pres-cin-di-ble.
Saludos y hasta el martes. Miss. Watkins. mhwatkins@uudhs.com
“Herr” Watkins,
En adelante declaro libre e irrestricto el uso de las comillas para mi comodidad, mi capricho o mis inconfesables placeres morbosos. Allá usted al interpretar.
Al parecer usted, señora, es “tonta”, o “ciega” o “sorda” (ésta última en sentido figurado tengo que admitir). Sinceramente sería para pensar que es usted ciega pero es evidente que hay pasajes de mis alocuciones que sí que ha comprendido, lo cual desecha tal posibilidad. Trataré de explicarme por última vez.
Yo-no-pienso-asistir-a-la-“puñetera”-recepción-delmartes. Se ponga usted como se ponga y por muy aterradores que sean los demonios que mi apreciado superior funcionarial pueda poner en mi contra. Por lo que a mi respecta, estando en posesión de ciertas informaciones de jugoso interés periodístico sobre sus “mascotas”, se puede decir, si usted me entiende, que “me la trae floja” lo que ese infeliz pueda intentar hacerme. Ya he tomado la precaución de que mi visita al doctor Schifozzi esté intachablemente refrendada por los formularios de reglamento (además el buen doctor es un amigo personal mío y declarará lo que haga falta, por eso no se preocupe). Por si ello no fuera suficiente, también me he tomado la molestia de buscar un substituto que, a cambio de una botellita de whisky a sufragar por ustedes, les contará todos los pequeños y sórdidos detalles históricos y organizativos de nuestra adorada institución. No cabe dudar tampoco de su autoridad en la materia puesto que se ha pasado los últimos cincuenta años limpiándola de mugre. Naturalmente me refiero a nuestro entrañable conserje. A él pueden remitirle también la composición que han preparado como benigno presente. Él es hombre de insondables capacidades y aptitudes, todas ellas autodidactas, y seguro que lo apreciará mejor que yo, mientras se encuentre en la solaz de la compañía de sus amigotes del bar.
El que alguien le haya confirmado mi presencia en el evento solo se explica por las desmañadas bacanales de etilismo entre las cuales discurren este tipo de comisiones y la absurdidad que generan y que se esparce como la onda expansiva de una bomba y por mi parte debo añadir que la comadreja no quedará impune.
Un segundo y definitivo asunto es su persistencia en defender la supuesta candidez de sus estudiantes. Es la última vez que me paro a leer diametrales estupideces como lo de “sobrio intercambio de experiencias”, y al mismo tiempo les aconsejo a usted y sus colegas, a su turno, la visita a un especialista que compruebe la correcta intercomunicación entre sus neuronas, por su propia seguridad. Y esto porque, señora mía, si a lo de “sobrio” añade usted “casto” tendremos probablemente el episodio de ficción colectiva más grande desde la época de la “Donación de Constantino”. A parte de eso, su invocación a los “bienes cultura” por seguir con su registro, a mi me retrotrae la imaginación a un neolítico mundo de semiorganizado pillaje sexual, como el que aún se practica en algunos rincones de África y de Indonesia. Al menos ellos dotan a este tipo de barbaries de un ínfimo fundamento cosmogónico para justificarlas, algo que no se puede decir de sus “civilizados” estudiantes y me permito recordarle que aún está fresca en la memoria de esta comunidad el suceso de aquel anormal pubescente, y de su misma nacionalidad fíjese, que recorrió todos los balcones de la segunda planta de un albergue ebrio, en cueros y frotándose grotescamente contra los cristales, solo para caerse, fracturarse el cráneo y subir a la tercera planta a recomenzar el proceso. ¿Es esto a lo que se refiere con “sano esparcimiento”? Por de pronto espero tenga a bien dejar de insultar mi inteligencia.
Saludos por la parte de los cojones y hasta nunca.
Piazzolo,
Para futuras comunicaciones agradecería que no me llamase más “Herr” Watkins, aunque espero que estas nunca se lleven a cabo. Por si acaso.
Está bien, como usted lo prefiera, si es que quiere renunciar a ciertas cotas de amabilidad y un decorado, más falso que Judas, de positividad ritual, que son el tipo de cosas, como sin duda observará de resultas de su aparente erudición en el campo de la etnografía, que hacen que la cotidianeidad de la civilización se sostenga desde que el tiempo es tiempo. Lo que nos ocupa no tiene una cara agradable. No hay lado bueno en tener que estar pendiente de estos putos monstruitos ególatras que solo piensan en fundir dinero, en drogarse sin supervisión y en meter prematuramente sus pichitas y chuminos en lugares lo suficientemente húmedos y sombríos. Esto es lo que hay, como ya se habrá figurado. Pero se equivoca en que la espada penda únicamente sobre nosotros.
A regañadientes me veo compelida a sacar a colación la cláusula del acuerdo que se gestó en la comisión, durante el lapso de tiempo que permanecía usted en el lavabo fingiendo los albores de su fantástica “urupeïa” según me han contado, y que incluía la condición de que sería usted, un profesor titular y responsable ante el gobierno, quien se hiciese cargo (lo que incluye mantenerlos con vida) de los miembros “púber” de nuestra expedición (pedantería jocosa) de 9 de la mañana a 4 de la tarde. Llegados a este punto ya se imaginará que lo que hagan ustedes en este tiempo nos importa tres cuartos de pimiento, dentro de los límites mencionados, con tal que el equipo de profesores podamos agarrarnos un pedo monumental y disfrutar “inmersivamente” de las contoneantes aguas de su legado musical histórico y los gigolos que las pueblan, a nuestro turno, mientras ustedes cargan con los pérfidos engendros.
El director me recordó que en caso de resistencia por su parte tan solo debía recordarle la concienzuda decisión que pesa sobre su solicitud de excedencia, retribuida, por estrés y sobre la de la vacante para el turno de noche, con el estimulante grupo de “reinserción” (dejo a su arbitrio la hermenéutica en este caso).
Así que solo me queda decirle: a por ello y suerte. La va a necesitar. En nuestra patria natal se comportan igual en clase que como lo harían si estuvieran en un concurso de histerismo y subnormalidad, así que no puedo imaginar (ni quiero) lo que pueden hacer a 8.000 kilómetros de sus padres.
Watkins,
Ahora todo mucho más claro, gracias. Ante la laboriosamente malvada y despreciable invectiva de aquellos de su podrida calaña uno sólo puede alegar que “que sea lo que Dios quiera”. En fin, espero que puedan disfrutar de su espacio vacacional sin lastres y que en el maloliente y rezumante antro en el que acaben no se pasen con el matarratas para que puedan comérselos vivos las ladillas. Tampoco quisiera que ninguno de los sicarios que pululan ociosos y aburridos por nuestras calles encontrase en sus personas un objetivo estimulante para probar innovadoras formas de sus artes de “acupuntura callejera”.
Por mi parte solo me queda asegurarles que en ese espacio de tiempo que tendré conmigo a los jovencitos, que comprende realmente unas siete horas y no tres como usted dijo al principio, pienso obsequiarles con una visita inolvidable al Museo Alternativo del Café y la Metamfetamina, que regenta otro conocido mío de la infancia y cuyo recuero le garantizo que permanecerá activo, activísimo, en ellos al menos hasta la noche, del día 15.
Por último, debo avisarla de que problemas de servidor en nuestro deficiente sistema telemático me obligan a cambiar mi dirección de correo electrónico, así que tenga cuidado de apuntar la nueva al mandar cualquier comentario o apreciación que quieran hacerme en el futuro. Saludos.
CGM.
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